sábado, 19 de marzo de 2016

ARÉVALO, NATURALMENTE


Acto de presentación a las Jornadas de Naturaleza y Medio Ambiente.
Texto: Luis José Martín García-Sancho.
Saludo:
Buenas noches.
Lo primero agradeceros vuestra asistencia a este acto de presentación de las Jornadas de Naturaleza y Medio Ambiente que con el lema de “Arévalo, naturalmente” queremos desarrollar a lo largo de los próximos años.
Con ellas intentaremos poner en valor la naturaleza cercana: por un lado, aquellos espacios naturales que nos rodean, que están próximos y, por otro, los recursos naturales de los que disponemos, aquellos que permiten nuestra supervivencia, es decir, la relación del hombre con la naturaleza, que en definitiva no es otra cosa que el medio ambiente.
Estas I Jornadas de Naturaleza y Medio Ambiente, que hoy presentamos, se van a desarrollar a lo largo del presente año y tendrán como tema principal el agua, con el título de “el Agua es Vida”. Porque no os quepa ninguna duda de que sin agua no hay vida, lo afirmo rotunda y categóricamente, el agua es un generador de vida y de los recursos imprescindibles para que esta se produzca.
La primera impresión que nos puede dar al hablar del agua es que se trata de un recurso inagotable. Abrimos el grifo de nuestras casas y sale agua sin límite alguno, hasta que nosotros queramos. Por otra parte sabemos que casi el 70% de la superficie de la tierra es agua, lo que nos da una sensación de disponibilidad prácticamente ilimitada, que nos hace pensar que es imposible que tal cantidad de agua se agote algún día.
Pero debemos preguntarnos si realmente el agua es un recurso ilimitado y tiene una disponibilidad sin fin. Veamos: casi la totalidad del agua planetario, concretamente un 97,5%, es agua salada, es un recurso del que no podemos disponer de forma directa para nuestra supervivencia. Solo el 2,5% restante es agua dulce, del que depende la vida de la especie humana. Pero, además, de esta pequeña cantidad, el 1,5% no está disponible ya que se encuentra congelada en los casquetes polares. Por tanto solo nos queda el uno por ciento en forma de ríos, lagos, lagunas o acuíferos. Este 1% es el agua del que en realidad podemos disponer. Como podéis comprobar, ciertamente el agua no es un recurso inagotable, al contrario, es muy limitado. Por lo que debemos cuidar, mimar incluso, esta parte de agua que nos queda porque de ello depende nuestra supervivencia. Esta pequeña porción de agua, comparada con el resto podríamos llamarla “agua vital”.
Esta falsa percepción de que el agua es casi un recurso inagotable ha acarreado una serie de problemas tanto en nuestra comarca como en otras vecinas. Todos sabemos que, actualmente, varios pueblos de los alrededores no disponen de agua potable pues de sus grifos sale agua contaminada. También en el recuerdo de los que ya tenemos cierta edad está que en los últimos treinta o cuarenta años se han ido secando, ríos, arroyos, lagunas y fuentes. Poco a poco hemos sido testigos de que estas zonas se han ido quedando sin agua.
Ante esta patente e innegable pérdida en cantidad y calidad de agua y de biotopos acuáticos no debemos quedarnos impasibles. Debemos preguntarnos por qué ha sucedido, cuáles son las causas, para así intentar buscar soluciones que frenen el deterioro e inicien la recuperación.
Podríamos achacarlo solo a fenómenos naturales tales como las precipitaciones o las temperaturas.
Es cierto que durante los últimos cincuenta años las precipitaciones han descendido. Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) la cantidad de lluvia y nieve ha decrecido de la década de los sesenta para acá. De igual forma, según la AEMET, las temperaturas medias han aumentado en el mismo periodo casi medio grado, que puede parecer poco pero en realidad es una burrada pues este aumento en tan solo 50 años, de mantenerse la tendencia, supone un serio e invisible peligro para nuestra supervivencia.
Pero, esta pérdida tanto en la calidad como en la cantidad de nuestra agua vital, ¿es solo achacable a estos fenómenos naturales?, ¿no ha tenido nada que ver la mano del hombre con ello?
Veamos:
Durante los últimos años, durante los últimos siglos, la mano del hombre ha sometido a estas comarcas a una constante e incesante deforestación. Es de sobra conocido que en bosques o zonas forestales las temperaturas no son tan extremas, las máximas no son tan altas y las mínimas no son tan bajas como en zonas deforestadas, se puede decir que el bosque tiene un efecto regulador de las temperaturas, las suaviza. Por otra parte en los terrenos forestales las precipitaciones son más cuantiosas y, además, casi toda el agua caída pasa al acuífero, especialmente en zonas forestales llanas cono es el caso de nuestra comarca. Por este motivo, son las mejores áreas de recarga de los acuíferos y, por tanto, nutren a los ríos, lagunas y manantiales.
También los regadíos vienen directamente de la mano del hombre y han experimentado un espectacular y descontrolado crecimiento desde los años sesenta para acá. En muy poco tiempo han pasado de ser algo testimonial, a contarse por millares en la actualidad. La inmensa mayoría de estos nuevos regadíos se nutren de agua del acuífero, lo que ha producido, por un lado, su sobreexplotación con la consiguiente desecación de ríos, arroyos, lagunas y fuentes pues los acuíferos de los que se nutren se encuentran cada vez a mayor profundidad y, también, la contaminación de estas aguas subterráneas lo que hace que en determinadas áreas no sean aptas para el consumo humano.
Como podemos comprobar, aunque duela reconocerlo, la mano del hombre sí que tiene mucho que ver tanto en la cantidad como en la calidad de nuestra agua vital.
Por lo tanto, algo que ya he dicho en otras ocasiones: lagunas sin agua, pueblos sin gente, soledades de Castilla, es una realidad cada vez más preocupante.
Todos estos asuntos los vamos a tratar a lo largo de estas jornadas que hoy presentamos y que, a continuación tanto Víctor como Juan Carlos os van a explicar con mayor detalle.
Luego veremos una película de treinta minutos basada en un relato de Jean Giono: “El hombre que plantaba Árboles”, en la que comprobaremos como la mano del hombre puede devastar las comarcas en las que habita convirtiéndolas en un erial inhabitable. Pero también nos deja la semilla de la esperanza al narrarnos como un solo hombre, un pastor llamado Eleazar Boufier, es capaz de convertir una tierra desolada en un vergel con la sencilla pero constante actividad de plantar árboles. Gracias a la paciencia y tesón de este personaje solitario el agua vuelve a correr por los ríos y a manar en fuentes antaño secas.
Todo un ejemplo de como el hombre puede destruir lo que le rodea pero también es capaz de recuperar o mejorar el espacio en el que habita a poco que se lo proponga.
Solo hace falta tener la voluntad de hacerlo.
En Arévalo, a dieciocho de marzo de 2016.
En el salón de actos de la casa del Concejo de Arévalo

enlace a "El hombre que plantaba árboles"

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